ANTIBIÓTICOS
Con sustancias naturales (producidas por ciertos hongos o bacterias) o sustancias sintéticas (producidas en el laboratorio) que tienen la propiedad de destruir o impedir el crecimiento de bacterias.
La selección de un antibiótico depende sobre todo de la bacteria causante de la enfermedad. Es por esto importante hacer cultivos de las zonas o secreciones infectadas antes de iniciar cualquier tratamiento. En la práctica común y sobre todo en urgencias, luego de realizar la toma de cultivos, se analiza o presupone el germen más probablemente implicado como causante de la enfermedad y según su naturaleza se escoge el antibiótico adecuado.
Un cultivo es positivo cuando ha habido crecimiento de bacterias. Según las características del crecimiento, se identifica la bacteria causante de la enfermedad. Se introducen en el cultivo unos pequeños discos impregnados de diferentes antibióticos para medir el crecimiento o no de las bacterias alrededor de los discos. Así se mide la sensibilidad a los antibióticos en el germen cultivado, lo que llamamos antibiograma.
Luego de recibir los resultados del antibiograma en el cultivo, se debe elegir el antibiótico al cual el germen es más sensible y se adapta el tratamiento antibiótico.
El segundo criterio esencial del uso de antibióticos es que el elegido debe ser eficaz en el sitio de infección. Ciertos antibióticos tienen más concentración en ciertos tejidos que en otros, o ciertos antibióticos no atraviesan barreras biológicas como las meninges (recubierta del cerebro) y por lo tanto estos antibióticos, por ejemplo, no tienen ingreso, ni acción en la meningitis.
En el recién nacido o en el lactante están prohibidas las tetraciclinas, las sulfas y quinolonas. Utilice a esta edad antibióticos ßLactámicos, macrólidos y sólo por necesidad aminoglucósidos. (Averigüe con su médico).
En el embarazo se utiliza con seguridad sólo los Lactámicos o macrólidos.
Si hay antecedentes de alergia sobre todo por riesgo de shock anafiláctico, está contraindicado el uso del antibiótico que haya producido dicha alergia. Los que más alergias producen son las penicilinas y cefalosporinas.
Es preferible utilizar el antibiótico que tenga el menor riesgo de efectos colaterales. Es preferible no utilizar Cloranfenicol que se sabe que puede, en ciertos casos, producir daño medular (aplasia), o es preferible vigilar el tratamiento con aminoglucósidos que producen daños al oído y/o al riñón. (oto y/o nefrotoxicidad).
En general, la regla es utilizar solamente un antibiótico (monoterapia); la asociación de antibióticos tiene como objetivos el obtener un efecto sinérgico (potencializar el efecto), aumentar el espectro de acción a más tipos de bacterias, o atacar fuertemente a una cepa resistente.
a) la vía oral, Indicada si los gérmenes son sensibles, si la infección no es severa y si hay buena disponibilidad para la absorción (sin vómito ni diarrea); b) la vía intra venosa (IV) es la más indicada para infecciones graves; c) la vía intramuscular (IM), posible para antibióticos aminoglucósidos y cefalosporinas de tercera generación. útil en el tratamiento ambulatorio de enfermedades moderadamente graves. Está formalmente contraindicada en pacientes con trastornos de la coagulación.
La duración del tratamiento varía en función de la zona afectada, de la presencia o no de complicaciones, del germen y de la naturaleza de la infección.
Se recomienda no cambiar el antibiótico antes de las 48 a 72 horas de iniciado un tratamiento, a no ser de que se tenga un resultado bacteriológico positivo en el cultivo.
Si luego de las primeras 48 a 72 horas no hay mejoría clínica y no hay resultados bacteriológicos positivos, consulte a su médico.
Pensar en: Reforzar el esquema antibiótico; ampliando el espectro o agregando antibióticos sinérgicos. Realizar nuevamente cultivos sistémicos (sanguíneos) y locales (de las secreciones infectadas).
En ciertos antibióticos que pueden dar efectos por sobredosis, como en aminoglucósidos y en glicopéptidos (vancomicina), se debe medir semanalmente los niveles del antibiótico en la sangre, lo que se llama las concentraciones séricas, para evitar sobredosis y mantener los niveles óptimos de tratamiento.