CÓLICO
El cólico se caracteriza por períodos de irritabilidad y llanto inexplicados en lactantes sanos y bien alimentados. El llanto puede ser intenso y breve, o prolongarse durante horas. Generalmente ocurre en la tarde o al principio de la noche, aunque puede presentarse a cualquier hora. Suele aparecer alrededor de la 2ª o 3ª semanas de vida y prolongarse al menos a lo largo del primer trimestre.
El episodio típico se describe como un llanto de inicio súbito. El niño puede elevar sus piernas, el abdomen da la impresión de estar distendido y lleno de gases lo que lleva generalmente a los padres, a pensar que se trata de un dolor abdominal.
Las crisis de llanto pueden ser un medio por el cual el bebé expresa malestar como hambre, el deseo de compañía, o ser la manifestación más evidente de una alteración más grave (ej: hernia incarcerada, otitis, etc.). El clásico cólico se presenta en un niño por lo demás sano con patrón de crecimiento y ganancia de peso adecuados pero con paroxismos de llanto e irritabilidad. Es necesario por tanto someter al bebé a un examen cuidadoso para diferenciar estas alternativas.
1. Cólico clásico: ataques de llanto recurrente.
2. Llanto secundario a trastornos identificables:
A. Cabeza y cuello: meningitis, glaucoma, presencia de un cuerpo extraño en los ojos, lesiones de la córnea, otitis media.
B. Aparato digestivo: gases en niños que no eructan, gastroenteritis, invaginación, intolerancia a la leche, reflujo gastroesofágico, estreñimiento.
C. Aparato genitourinario: torsión testicular, hernias, infección de vías urinarias
D. Piel: pañalitis, quemaduras
E. Otros: fracturas (secundarias a caídas o maltrato infantil), reacciones a medicamentos, reacciones vacunales.
El manejo adecuado siempre comprenderá un examen inicial exhaustivo para buscar, tratar o descartar alguna de las causas orgánicas descritas.
Descartado esto, la intervención más eficaz y adecuada ante un episodio de llanto es coger al niño en brazos y calmarlo.
Algunas técnicas que pueden funcionar son los movimientos suaves como un paseo en el coche o el automóvil, los ruidos monótonos como un despertador de bajo tono, la lavadora de ropa o un ventilador, el chupón o calor sobre el abdomen.
El tranquilizar a los padres, explicándoles el origen benigno y transitorio del problema, contribuye a disminuir su estado tensional lo que por sí solo contribuirá a la disminución de la frecuencia e intensidad de las crisis.
La consulta frecuente con el pediatra siempre será útil.