TUBERCULOSIS
La tuberculosis es una enfermedad infecciosa, contagiosa, que se caracteriza anatómicamente por la formación de tubérculos (masas amarillentas o grisáceas en forma de nódulos) en las zonas infectadas. Puede afectar prácticamente cualquier órgano, desde los pulmones hasta el sistema nervioso. La tuberculosis sigue siendo una causa preponderante de muerte en todo el mundo.
Los niños menores de tres años son los más susceptibles a partir del contacto hogareño prolongado con un caso activo, lo son también las personas desnutridas, inmunodeprimidos, personas que viven hacinadas, y los estratos socio-económicos más bajos.
La tuberculosis está causada por una bacteria conocida como mycobacterium tuberculosis, que posee ciertas características que la hacen especial. Una de ellas es que tiene un proceso de reproducción y crecimiento sumamente lentos, cosa que dificulta su tratamiento.
Entre sus reservorios se encuentran los ancianos, adultos desnutridos procedentes de comunidades endémicas, enfermos de SIDA.
La infección se produce tras la inhalación de gotitas de secreciones respiratorias contaminadas procedentes de personas enfermas.
El período de incubación entre la infección y el desarrollo de una prueba positiva a la tuberculina es de 4 a 10 semanas. Es más frecuente en los lactantes que la diseminación de las bacterias desde los focos primarios de infección (generalmente pulmones) propague la enfermedad al encéfalo y las meninges, los ojos, huesos y articulaciones, ganglios linfáticos, riñones, intestinos, laringe y piel.
Existe un aumento de la susceptibilidad en el sexo femenino principalmente en el período posterior a la pubertad.
La tuberculosis es una enfermedad infecciosa capaz de provocar sus efectos en prácticamente cualquier órgano del cuerpo humano. En consecuencia las manifestaciones que produce dependerán del compromiso que exista en el o los órganos afectados. La tuberculosis pulmonar primaria en los niños suele ser una enfermedad asintomática.
Cuando la infección inicial se activa o no se controla, da lugar a una neumonía con cavitación (formación de cavernas), asociada a fiebre, pérdida de peso, sudoración nocturna, mal estado general, tos productiva y expectoración con sangre.
La meningitis tuberculosa, complicación grave de una infección pulmonar primaria, se produce por la rotura de los tubérculos ubicados en el sistema nervioso central. Los síntomas incluyen fiebre, vómito, dolor de cabeza progresivo, decaimiento, irritabilidad, parálisis de los nervios craneales, convulsiones y coma.
La tuberculosis digestiva es secundaria a la deglución de material infectado, que puede ser leche o secreciones respiratorias. Se manifiesta con dificultad para tragar, dolor abdominal, signos de obstrucción intestinal, perforación, hemorragia, colitis. La peritonitis tuberculosa se acompaña de fiebre y dolor abdominal intenso. La tuberculosis urogenital es rara en los niños, se manifiesta por la presencia de sangre en la orina, molestias al orinar con cultivos negativos.
La tuberculosis ósea se ubica con más frecuencia en las vértebras y la cadera. Las lesiones son evidentes en las radiografías.
Es preferible iniciar el tratamiento para una tuberculosis teniendo al niño hospitalizado mientras se evalúa su respuesta al mismo. El tratamiento integral, además de controlar la infección, deberá tomar muy en cuenta el estado nutricional del enfermo, las complicaciones derivadas de la infección primaria (insuficiencia respiratoria, afectación del sistema nervioso, compromiso renal, etc.), los efectos secundarios indeseables de los antibióticos.
Debido a que en los últimos años el bacilo de la tuberculosis ha desarrollado resistencias, es necesario tratar la infección mediante la asociación de dos y hasta tres antibióticos a los que la bacteria sea sensible.
El tratamiento en ocasiones deberá prolongarse hasta por un año o más.
La tuberculosis puede prevenirse tomando las siguientes medidas:
a) Procurar una nutrición adecuada.
b) Mejorar las condiciones de vida y de salud pública (vivienda, agua potable, alcantarillado, etc.).
c) Evitar el contacto con personas portadoras conocidas de una infección activa.
d) Administrar antibióticos profilácticos de los cuales se conoce su efectividad (isoniacida), bajo estricta vigilancia médica, a las personas que estén en contacto con el enfermo.
e) Administrar la vacuna BCG como medida de salud pública en países en vías de desarrollo.